Opinión

Tu mejor inversión: la vida que te espera si te proteges

Por Jessiel Castillo Espinal, licenciado en Bioquímica de Brown University y estudiante de Medicina en esa misma institución

En la carretera todo puede cambiar en un segundo. La diferencia entre un susto y una tragedia suele ser un clic: un cinturón abrochado o un casco bien ajustado. Antes de que vuelvas a salir a la calle, déjame contarte por qué ignorar estas dos cosas es un riesgo que no vale la pena y por qué, después de leer esto, espero que te los pongas sin pensarlo dos veces.

La verdad es que tenemos una relación medio rara con los cascos y los cinturones. Con el casco te la puedo dar: es incómodo, caluroso y, a veces, huele como si hubiera visto demasiada carretera. Pero el cinturón no tiene ninguna excusa válida. No pesa, no molesta, no te despeina y toma exactamente dos segundos ponérselo. Aun así, muchísima gente decide no usarlo, incluso en viajes cortos dentro del pueblo. Ese descuido, que parece pequeño, es uno de los errores más peligrosos que cometemos a diario.

Los estudios internacionales lo dicen claro: cuando una persona se pone un casco bien ajustado, el riesgo de una lesión grave en la cabeza baja entre un 60% y un 80%. Eso es enorme. No estamos hablando de un beneficio pequeño, sino de una diferencia que, literalmente, decide si alguien vuelve a su casa o no. Los cascos funcionan igual para bicicletas, pasolas y motores; y funcionan igual aquí en Ocoa, en Santo Domingo o en cualquier parte del mundo. Donde más se usan, menos gente muere en las calles. Así de simple.

Con los cinturones de seguridad pasa algo parecido, pero aún más fácil de entender. Reducen las muertes en accidentes casi a la mitad. También disminuyen las lesiones en la cara, el abdomen y la columna, heridas que muchas veces cambian la vida para siempre. En otras palabras, el cinturón no solo te salva: te mantiene entero. Es un mecanismo pequeño que trabaja en silencio, pero aparece justo en el momento en que uno más lo necesita.

En América Latina, y especialmente en países como la República Dominicana, los expertos han demostrado una y otra vez que cuando la gente usa casco y cinturón, las muertes bajan de forma impresionante. Los estudios regionales estiman que si más personas se abrocharan el cinturón, las muertes en carretera podrían reducirse hasta en un 12%. Y cuando los motoristas usan un casco de verdad —bien puesto, no en el codo ni tirado en la canastica— también bajan las lesiones cerebrales y los fallecimientos. No se necesita tecnología complicada; solo disciplina, educación y costumbre.

La realidad es dura, pero hay que decirla: nuestro país tiene una de las tasas más altas de muertes por accidentes de tránsito del mundo. Y aunque eso suene fuerte, no es porque seamos peores manejando, sino porque ignoramos cosas que funcionan. En Ocoa todos conocemos a alguien que ha tenido un accidente serio, y en muchos casos, un casco o un cinturón hubieran hecho toda la diferencia. No se trata de culpas; se trata de cuidarnos, de valorar la vida y de evitar tragedias que se pueden prevenir.

Por eso, si manejas motor, ponte tu casco. No lo cargues en la mano, no lo lleves en la canastica, no lo uses solo si ves un agente de la DIGESET (Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre) cerca. Y si vas en un carro, ponte tu cinturón siempre, aunque el viaje sea de un minuto hacia el parque. Los accidentes no eligen hora ni distancia. Y créeme: lo que uno menos quiere es darse cuenta tarde de que la solución era tan sencilla como ponerse algo que ya estaba ahí.

Un casco y un cinturón no son lujos; son pequeñas decisiones que te mantienen vivo. Te protegen en silencio, pero hablan fuerte cuando más los necesitas.
Y tú vales demasiado para no cuidarte.

Roberto Martinez

Noticias de Impacto: Un periódico digital dominicano que tiene como objetivo informar las noticias nacionales e internacionales.

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